Se inició en el año 509 a.C., con el asesinato del rey
etrusco Tarquino el Soberbio en manos de Julio Bruto. La liberación de los
romanos de la tutela etrusca puso en manos de los patricios, miembros de los clanes
fundadores o gens, el gobierno de la ciudad de Roma y la autoridad del antiguo
monarca fue reemplazada por la autoridad de dos magistrados llamados cónsules.
Ambos cónsules ejercían funciones políticas, judiciales y militares supremas, a
la vez. Con idénticas atribuciones, estaban obligados a actuar de mutuo acuerdo.
La Roma Republicana, poco a poco comenzó a crecer y a
proyectar diversos intereses (estratégicos, económicos, etc.), que hicieron necesaria
su expansión. Fue en tiempos de la República, cuando Roma conquistó la
Península Itálica, extendiendo sus fronteras desde la Galia Cisalpina hasta
Sicilia. También en este período se llevaron a cabo las guerras púnicas
(264-146 a.C.), el primer grande enfrentamiento entre los romanos y cartaginenses.
El triunfo total que alcanzaron los romanos, posibilitó consolidar su dominio
en el mar Mediterráneo. La República debió afrontar, entonces, importantes
conflictos internos: Las luchas patricios-plebeyos, que determinaron la incorporación
de los grupos plebeyos a las principales magistraturas del Estado; las luchas
civiles, motivadas por la cuestión agraria (reforma de los Gracos); los
conflictos caudillescos (entre Mario y Sila); la sublevación de los esclavos
(liderada por Espartaco); los complots contra el orden senatorial (conjuración
de Catilina) y la conformación del primer triunvirato.
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